lunes, 20 de noviembre de 2006

XXII

Caen las hojas pálidas.
El viento mueve el suelo
¡Son verdes llamadas!
El invierno las trae al rostro
Y de sus dilatadas y tétricas pupilas
Lloran niños de incansables vacaciones.

Y que esperan las verdes nubes a salir a mi encuentro
No es el sol de mediodía pasajero?
No está la luz disfrazada en sus cuarteles
¡Que me investiguen
No tengo nada de sus hojas extraviadas!
En ellas esconden a las diosas aterrantes
La pérfida unión de un mal con otros tantos.

Sucumbirás trivial acento
Que tus palabras ya no colman más tu vida
Serás de ti y de nadie
Una bifurcación cualquiera
Desde un bosque hasta mis flores.

Y que va! Sus zapatos ya no tienen suela
El camino esta hundido en los pasos
Y los que algún día decidieron correr su boca
Ahora la atraen para cansar sus lenguas con sediento apremio

Y no son ellos los mendigos
No son sus colas refinadas almas?
Son ladrones Es la escarcha más mundana de tu frío
Que hacer con ellos o espanto de mi espanto!
Bordearlos, inacabarlos? Sentir su pecho transparente?
Cansarlos hasta desfallecer?

Escritas o mudas
El destello unánime de mi pluma nunca tocará su suerte
Y la venidera aurora de los tiempos
Estará sellada por la ausencia de mis pruebas

¡Un indicio que pruebe que no miento
Estoy herido y tan cansado!
Muerto de dudas y expresiones inhumanas
Siento al loco que se escapa de un santuario!

Quiero gritar y soldar así mí grito
Para así roer en cambio porvenires
De rostro pálido y hojas muertas!

Y si fuera barco encarnado en las entrañas
De este divino mar que me sucumbe a bateolas!
Así supongo serán las negras oraciones
Y si mentimos! Si cortamos de raíz el pensamiento
Volar desnucado por las líneas del fracaso!
¡Así sintió tu mano cuando no tocó la mía!

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