lunes, 20 de noviembre de 2006

XIV

Y esa brisa que cae por los desfiladeros de otoño
Ese refrán de insultos y profecías
Que trastornaron al viento inusitado de tus ojos
Es la vergüenza de los astros a lo lejos…
Canallas mundanos,
Pestañas sueltas que se cierran cuando la noche se entromete en los caminos,
Cuando la nebulosa halada nos corrompe y hace sangre;
Entre esos campos donde solo habitan cruces,
Ahí serán las sombras las presentes.

Por el caudal maldito de los actos
La luz que se viste en nuestro rostro
Se hace cadáver entre los cielos límpidos.
Se hace ausencia en un instante
Y refriega natural en un segundo;
Se hace inexplicable para siempre.

Mil mentiras elevadas a los ojos
Y el terror del ser se nos avienta, como un recuerdo de pastizales inmensos.
Como una luz tapada con las manos,
Como el destino que nos expulsa de su cuento.

Y en las alas de ese animal mezquino
Que se eleva dejándonos a oscuras,
Que oculta lo diáfano del sentido
Para correr brutal por los aires y sortear la poesía como un universo que se expande

Y esos edificios de acuarela
Y esas carteras afiladas;
Entre los mantos de silencio ya te muestras,
Como el sentido que me vuelve del abismo
Para caer de nuevo entre los rastros parisinos.

¡Quiero volar y ser yo el que se hunda!
¡Quero gritar entre los campos verde perla!
¡Quiero sentir la esencia del suspenso!
Quiero gritar por las nuevas melodías…

Y al despertar de este asilo duradero
Voy a llover como un amargo vino antiguo
Para ahuyentar las salidas del ocaso,
Entre los árboles que se mueren.

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