Arrebato de Ángeles caídos,
En tu ventana se levanta el aire de las madrugadas.
El ser despierta,
Arropado en sus cavidades llenas de tesoros,
Volando en su itinerario abundante,
Estático y solo en la penumbra existente.
No ha salido el sol rampante
Segregado de nupcias y de acabar de siglos,
Una ebúrnea silueta se aclaró en su rostro.
Se dibuja en su calma un dolor de vida,
Una vacilación de fuerzas extraviadas del espacio.
Y negros fueron sus ojos
Arremolinado su crepúsculo de boca.
Relamido estandarte que surge entre la amabilidad del campo,
Represalia de mujeres y sombras
Roedora de libros antiguos,
Soliloquio pasivo, que refrena el mundano hado que cierna la cabeza en nuestras cosas,
En nuestras insinuaciones rebeldes,
En la condición de amantes.
Y sale el cometa en picada a arrebatar el sueño
Distinguido y pardo
Entre las ciénagas silenciosas,
Entre el verde claro de tus galpones de estruendo.
Y el relámpago que iluminó el silencio, conservó la llamarada de tus pasos
En justa medida perdidos por los míos.
Y todo fue sangre y pérfidas uniones,
Visiones sucias y espejos rayados.
Y una mano macabra nos tapo los ojos;
Y la embriaguez del sentido se hizo clave.
Fue la luna nuestra única salida
Y nos vimos en ella,
Viendo el paso del montes disfrazados de estrellas;
El camino de las almas
Y el velado sistema de tus besos.
Todo Corriendo raudo por el amanecer constante,
Por la inmensidad fatal del firmamento,
Por la batahola del siglo
Que se pierde en las horas que hay en casa.
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