lunes, 20 de noviembre de 2006

XX

Y la vi de lejos
Rauda entre el campo y el cielo.
Matando niños, abriendo rejas entre los pastizales;
Conduciéndome hacia el centro.

Ahí tendido entre las moras, arañado del paisaje.
Descifrando el antiguo régimen, la cariñosa amalgama de perdones.
Y te vi extendida, cual tu rostro en las paredes, diseminada en ti misma, disuelta como alquitrán en agua dulce.
Muerta y aterciopelada.

Profanada como el tumulto.
Ahí donde murieron mis parientes.
Mirando el hueso de sus huesos;
¡Como si el tumor no fuera siempre!
Como si los ojos despertasen
Y mientras el río silba
El campo pasa y nos deja huellas
Manchadas con trigos dulces.

¿Y de qué sirve?
Logramos volver al sol donde merece:
Sin descansar lo enterramos bermejo y pálido.

Y ella entre las tardes de inútil verano
Carga la noche de finezas, de carnavales sacros.
Retira el suspenso de los túneles.

¡Húndete barco sagrado!
Retira el peso de tus hombros malditos
¡Que osadía de sangre dejarme solo!
Intentaron sacar al mundo del mundo
Y dejar la herida sin llagas.
Como si la batalla continuase al verte ahí profana sobre la tierra
Con los ojos vacíos, sin la carne autografiada de suplicios.

¡Muerte al Leviatán que asoló el mundo!
¡Mitología!
Devuelvan el sentido al horizonte
Y Que el mar se hunda.
Para gritar contigo:
¡Que es lo que llamas libertad sarcófago mudo!

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