viernes, 15 de diciembre de 2006

María

La sombra se aquieta en los campos
y en ser despierta suave entre la noche.
no existen cuidades de vanguardia
y el vertigo sube y nace entre los saltos de la peste.
no reíran los muertos.
el dolor se aquieta mientras suben los de siempre:
los angeles tardíos
esos que nublan la noción del pensamiento
y cubren con la voz el dolor extinto.

no sabras que el señorío cambió de nombre
que tu sangre no es de perlas
y que el mañana no es un triste mediodía

el ser se nubla como un niño agazapado
y el espejo cubre los reflejos del abismo
no caerás por un espanto de señales,
será profundo
como un riachuelo límpido del infierno.
Y verás tu alma simple entre los simples
acorazada en la espesura
parapeteada entre los niños de un verano casi oscuro
y tomarás la mano
y caerás con ella
serás el tunel del cordero hacia el destino
Pero se verá en la gloria
apeara del burro
sentará tus piernas en un monticulo de vida
cantará suspiros
y en una hora revelada por el mundo
echará sus redes
sin cambiar tu despertar

Amo la vanguardía de los santos
el perdon implacable
la dicha de un profano al verse pulcro
amo el camino de las calles
el infierno que se esconde al ver la luz de los difuntos
TE amo a ti señora del palacio
que sin tardar avientas a tu hijo contra el mundo
amo el tiempo en que se pierden los sentidos
Te amo en cinta y sin los velos.

martes, 5 de diciembre de 2006

Atrevido

Corté la noche con un cuchillo de avanze
solté la muerte
desde su capa hasta su nicho de pidras sueltas
ataqué su mano, dormida frente al fuego
perdí mis dientes sin pensar que otro tigre no ha nacido.
Volver a ver la oscura fuerza de los astros
volar mi manto frente al tiempo
sentir que el campo es verdadero
entre el rocío de otros muertos

Cambios

Canta la noche de los astros
que el tiempos se recuerda
y en la asuencia se atiborra de sentidos.

cuelga de la noche amado cambio
que en tus pies se mecen olas de salinas experiencias

Mas no te entibes como un dios que rompe el tiempo de suspiros,
se de todos viento fuerte y rompe el sol de entre las cuevas
como un completo amancecer

lunes, 4 de diciembre de 2006

Todo va (un poco infantil)

Todos los niños van al mar
de entre los cardos sin cuartel
se van derecho hasta los pies
y en sus casas de cristal a sus niños ven llorar
como un milagro de las huestes

y entre la noche sin cuartel
mi fusil es de babel
del monte enhiesto y accesible.
todos los niños van sin pies
y sin caritas de papel
ya van sin cantos de oropel, van si ir
como un diluvio

Y lloran campos de metal
lloran la sombra deslavada
lloran la luz de sus colores
lloran sin casco y sin mantel
sin oficinas ni azadones

serán los hijos del pincel
esos que nunca fueron tres
si no que una legión de pobres
Esos que cantan sin cesar la triste muerte y su señal
son los indicios de la noche


Todos los niños van al mar
la guerra cruenta ya se fue
y el hombre sueña por un ciclo
que vengan días de mujer
o un bosquejo de papel
pero que vengan días nuevos
en donde el monte se haga piel y
tu cintura un fuerte abrazo

Y que vuelen los regazos de las madres
que se corten la manos
que el niño mame la sangre derramada en sus capullos
y en sus puentes sin ocaso
que deslustren la verdad
que sea falsa libertad
y no un encierro de cadenas


Que el mar se colme de pesar
que no finga enemistad
con figuras deslavadas
que sea pronto o quietud
que sea pronto

domingo, 26 de noviembre de 2006

El barco ebrio (Arthur Rimbaud) el mejor poema para mi gusto

Mientras descendía por Ríos impasibles,
sentí que los sirgadores ya no me guiaban:
Pieles-Rojas chillones los habían tomado por diana
tras clavarlos desnudos en postes de colores.

Ya no me preocupaba tripulación alguna,
portadora de trigo o de algodón inglés.
Cuando aquel jaleo acabó con mis sirgadores,
los Ríos me permitieron descender donde yo quería.

En los chapoteos furiosos de las mareas,
yo, el invierno pasado, más sordo que el cerebro de un niño,
¡corrí! Y las penínsulas desamarradas
jamás experimentaron guirigáis más triunfantes.

La tempestad bendijo mis desvelos marítimos.
Más ligero que un corcho, bailé sobre las olas
que llaman arrolladoras eternas de víctimas,
durante diez noches, ¡sin añorar el ojo necio de los fanales!

Más dulce que, para los niños, la pulpa de las manzanas acedas,
el agua verde penetró mi casco de abeto
y me lavó las manchas de los vinos azules
y de los vómitos, dispersando áncora y timón.

Y desde entonces me sumergí en el Poema
de la Mar, infundido por astros, y lactescente,
devorando lo azures verdes; donde, como flotación pálida
y arrebatada, un ahogado pensativo a veces desciende;

donde, tiñendo de pronto las azuldades, delirios
y ritmos lentos bajo las rutilaciones del día,
¡más fuertes que el alcohol, más vastos que nuestras liras,
fermentan los rubros amargos del amor!

Yo conozco los cielos que estallan en relámpagos, y las trombas
y las resacas, y las corrientes; conozco el atardecer,
el Alba exaltada igual que una multitud de palomas,
¡y he visto algunas veces lo que el hombre creyó ver!

¡He visto el sol poniente manchado de horrores místicos,
iluminando los largos coágulos violetas,
y, semejantes a esos actores de antiguos dramas,
las olas rodando a lo lejos su batir de postigos!

¡Soñé la verde noche de nieves deslumbrantes,
beso lento que ascendía a los ojos de los mares,
la circulación de las savias inauditas
y el despertar azul y gualda de los fósforos cantores!

¡Seguí, durante meses enteros, igual que vacadas
histéricas, el oleaje al asalto de los arrecifes,
sin pensar que los pies luminosos de las Marías
pudiesen forzar el hocico de los Océanos asmáticos!

¡Sabed que embestí increíbles Floridas,
mezclando a las flores ojos de panteras con pieles
de hombres, arcos iris extendidos como bridas
bajo el horizonte de los mares, con glaucos tropeles!

¡He visto fermentar las enormes marismas, nasas
en cuyos juncos se pudre un Leviatán!
¡Hundimientos de aguas en medio de las bonanzas,
y las lejanías catarateando hacia los remolinos!

¡Glaciares, soles de plata, olas de nácar, cielos de brasas!
¡Horribles varaderos en el fondo de los golfos oscuros
donde las serpientes gigantes devoradas por las chinches
caen, de los árboles retorcidos, con negros perfumes!

Me hubiese gustado mostrar a los niños esos dorados
del azul oleaje, esos peces de oro, esos peces cantarines.
Espumas de flores me acunaron al abandonar la rada
e inefables vientos me han alado por instantes.

A veces, mártir cansado de polos y de zonas,
la mar cuyo sollozo atenuaba mi balanceo
subía hacia mí sus flores de sombra con ventosas amarillas
y yo permanecía igual que una mujer arrodillada...

Casi isla, balanceando en la borda las querellas
y los excrementos de los pájaros chillones de ojos rubios,
¡bogaba, mientras por mis frágiles ataduras
bajaban a dormir los ahogados, reculando!

Yo, barco perdido bajo el cabello de las ensenadas,
arrojado por el huracán al éter sin un pájaro,
yo, cuyo armazón ebrio de agua no hubieran rescatado
ni los monitores ni los veleros de las Hansas;

libre, humeando, provisto de brumas violetas,
yo que perforaba el cielo enrojecido como si fuese un muro,
que llevo confitura exquisita para los buenos poetas,
líquenes de sol y mocos de azur;

Yo que corría manchado de lúnulas eléctricas,
yo, tabla loca, escoltado por negros hipocampos,
cuando los meses de julio hundían a garrotazos
los cielos ultramarinos en los ardientes embudos;

Yo que temblaba oyendo gemir a cincuenta leguas
el celo de los Behemots y los Maelstroms espesos,
hilador eterno de las azules inmovilidades,
¡añoro la Europa de los viejos parapetos!

¡He visto archipiélagos siderales e islas
cuyos cielos delirantes están abiertos al viajero!
¿Es en estas noches sin fondo donde duermes y te exilias,
oh millón de pájaros de oro, oh futuro vigor?

¡Pero, en verdad, lloré demasiado! Las Albas son desoladoras.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
el acre amor me llenó los torpores embriagantes.
¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Que me hunda en el mar!

Si algún agua deseo de Europa es la charca
negra y fría donde, hacia el crepúsculo embalsamado,
un niño, en cuclillas, lleno de tristezas, suelta
un barco frágil como una mariposa de mayo.

Ya no puedo, ¡ay olas!, bañado como estoy por vuestra languidez,
seguir la estela de los cargueros de algodón
ni atravesar el orgullo de las banderas y los gallardetes
ni remar bajo los ojos horribles de los pontones.

Si me vieras

SI el me viera atardeciendo
Con esa hoja entre los ojos
cayendo tal cual la sombra de un abismo

sería un sueño de voces muertas.
nunca contruirías el dique del diluvio.
volarías sin espanto por mis nombres
improvisarías el mundo
!serías la madre de todos los aciertos!
serías un claro entre los claros que te zurcan

y sin voz ni vela te anclarían a la peste.
Morirías sin voz ni noche.
sin abismo y sin bravura
serías un emancipador de ruiseñores
un retoño santo de la melancolía
un quemado más entre las huestes del infierno.

Si extiendo mis palabras al soñador de nuestros lares
es por causa de la muerte
de la fugacidad de los pecados
por todo un mundo que se cansa de pensar
y por todo un hombre que se cansa de observarme
no soy mas que la noche
la eterna noche de los ciegos transparentes.

Si el me viera atardeciendo...
¿quién sería atardecer?

lunes, 20 de noviembre de 2006

Cuento para antes de dormir

Cuento para antes de dormir.

Les contaré un cuento niños míos
Juegan en el regazo del tiempo deslustrado, prontos a expirar
Y Serán las últimas palabras.
Escuchen sin sentir la algarabía de las cosas.
Esperen sentados y quietitos mis retoños
Apacigüen sus almas y duerman en mi cuento,
Que así dormía yo hacía años,
Cuando no miraba los cosas,
Cuando esperaba a mi madre, la de los ojos cerrados.
¡Y que mirada tenía queridos amores!
Y su regazo, una mecedora equipada de lindos baúles
Toda la tierra entre sus brazos.
Toda el camino lleno de flores.
Y se fue como sus cuentos.
Partió algún día, entre las cubiertas
Escapó a mi vista, dejo los barcos y quemó a su niño
Lleno de pisadas y tesoros
Y no los podía ver!
¡No podía alcanzar su risa entre los campos!
Ahora cierro los ojos y no siento!
No te conozcas a ti mismo gritaban los oráculos perdidos!
Y que sabía yo de Grecia,
Solo hablaba de naciones ficticias, de ríos inventados.
De palabras gigantes y hombres pequeños.
Pero su amor corrompía los mapas, enjuiciaba la historia.
No sabía a quien creerle y ahora sólo tengo libros.
Pequeños suspiros de la muerte!
Y ahora ustedes, que se retuercen y se ríen con los murmullos d un hombre
Aprendan a clavar madres a las sillas.
Que se estrujen rebeldes y contentas
Y que soplen los sonidos de si mismas
Y que canten canciones antiguas,
Que sean y que no pretendan no serlo
Porqué así se buscan maravillas del cielo
Y mis queridos niños,
¡Ya no tendrán por quien dormir!